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¿Cuántas cosas nos cuestionamos constantemente?
¿Hacer esto o lo otro? ¿Este o este otro camino?
Seguir tu intuición, decimos. Esa es la mejor manera.
Hay veces que no sabes si quién habla es el corazón y la intuición, si es el ego y tu cabeza, si son las voces de terceros que dictan lo que deberías hacer… y ahí en ese torbellino te pierdes.
Hay otras veces que está clarísimo y sabes lo que hay que hacer y sigues lo que dicta tu interior o instinto.
Yo he aprendido con el tiempo a distinguir y a ver con mayor claridad ciertas cosas. Eso viene de la escucha, de estar muy conectado con uno mismo, con la fuente, con aquello en lo que creas (hay quiénes le llaman Dios, Vida, Universo, Guías…). Sí, a eso se llega con la escucha y el tiempo a solas.
A veces esas cuestiones a decidir son cosas pequeñas, simples, cotidianas y he de decir que a veces esas son las que más me cuestan.
¿Qué ingrediente añado a la ensalada: atún o pollo?
¿Vamos a este restaurante o al otro?
En cambio cosas grandes, hay veces que las decido con una ligereza que me asombra.
No siempre por eso.
Escribía esto hace unos días y la vida me puso a prueba.
Al mismo tiempo (bueno, dos semanas antes de escribir eso), afirmaba estar preparada para algo muy concreto, y la vida me lo mandó, como una tormenta tropical, repentina e intensa y nunca mejor dicho porque, cuando eso aparecía en mi vida, diluviaba en la isla, una tormenta que muchos habréis visto en las noticias y hacía mucho que no caía ni una gota por aquí.
Y ahí aparece la cuestión: ¿y ahora qué hago con esto?
Esas cuestiones a las que uno no sabe cómo dar respuesta, cómo gestionar, qué hacer o decir.
Tan tranquila que estaba yo…
Pues ahí uno no aprende. En lo lineal, en lo cómodo.
Sé que no es lo que queremos leer o oír pero es así…
¿Más aprendizaje? Sí, ya llevo el suficiente.
Exacto, eso pienso yo pero, la vida sabe más que nosotros…
Y ahí nos pone a prueba.
Y ahí aparecen más preguntas,
¿Debo quedarme o debo irme?
¿Debo cerrar esta puerta para siempre, o debo abrirla?
¿Y cómo se hace eso, abro de par en par o tímidamente?
¿Hablar o no hablar?
¿Y para qué?
Desde hace varios años apuesto (o trato de hacerlo) por la valentía, el coraje de ser yo misma, de ser auténtica, de SER.
Es algo que no se logra de la noche a la mañana, que lleva su tiempo y algo que a veces no logras y vuelves a pillarte escondiéndote, huyendo, cubriéndote de capas.
La zona de confort es cómoda, como bien reza su nombre pero sabemos bien que no es el lugar dónde quedarse, muchas veces.
¿Estamos realmente preparados para movernos de dónde estamos, de ir al siguiente nivel, de responder a según qué cosas?
Hacerte las preguntas difíciles en momentos en los que quizá no te apetece, es necesario y eres capaz de hacerlo porque sino no estarías frente a ello.
Pospón las decisiones importantes por ahora
Cuando esta lluvia repentina llegaba a mi vida, no sabía qué hacer, sinceramente.
Y esto es lo que vino, lo que sentí:
No hay que responder a todo en el momento
No hay que solucionar el mundo ahora mismo
No hay que pensar dónde me llevará cada paso que haga en mi camino
No hace falta trazar todas las líneas posibles que pueden suceder en función de lo que haga
Estar en presente.
Ocuparte de lo que hay ahora aquí.
Escucharte. ¿Qué me apetece hacer?
Si no viene nada, eso está bien, también.
Y aunque no apetezca, antes o después, preguntarte lo importante.
¿Quién soy realmente?
¿Y qué es verdaderamente importante para mí?
¿Qué necesito?
Un fuerte abrazo y gracias por leer y apoyar.
Feliz domingo,
Anna
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