Esa clase de cosas que te dan felicidad
La vida es lo que pasa ahora, en este preciso instante.
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A mí la verdad es que hay muchas cosas que me dan felicidad y eso que hay momentos en los que paso por mis baches y tengo mis momentos de bajón pero aún así, sigo sintiéndome feliz por instantes, aunque sean pequeños. A diario, sí. Y esa presencia diaria de momentos de felicidad, es lo que en general, hace que uno pueda sentirse bien, porque la suma de momentos buenos te lleva al bienestar, a elevar tu energía, tu vibración, tu mood.
Y ojo que paso también por mis baches y momentos complejos pero aunque tenga el corazón roto, eche de menos a morir a alguien, algo en mi vida esté regular, tenga alguna preocupación o me sienta incómoda por algo, a lo largo de los años he logrado (salvo en algunos casos puntuales y muy identificados) sentirme feliz.
El café que me tomo cada día. No puedo prescindir de él.
Hay quién se ha atrevido a llamarle adicción. Pues será lo que sea pero yo no quiero vivir sin mi café con leche diario.
La luz del sol.
La belleza.
Las sonrisas.
Mi crema de manos o mi labial.
Un incienso o una vela.
Mis personas cerca.
La luna.
Las plantas y la naturaleza.
Un ramo de flores.
La cama recién cambiada.
Mi casa en orden.
La luz entrando en casa.
La arena en los pies.
Y es que la vida es cada día, y es ahora.
La vida es en presente. Y cada instante.
Y apreciarla así, te da la vida. Sin irte tan lejos.
Sin pensar en cómo mañana será esto, lo otro, todo… Queriendo colocar y controlar cada detalle. Complejo, lo sé pero un proceso que podemos aprender.
Estoy tratando de llevarme, más que nunca a esto: al presente.
Y ojo que llevo años meditando, practicando yoga y esto lo debería tener más por la mano pero no estoy tan elevada y por supuesto asumo que el trabajo interno es para toda la vida así que el tema de la presencia, de no controlar, de estar aquí y ahora, es verdaderamente una prioridad para mí en estos momentos.
Me encuentro estos días compartiendo muchas horas con mi familia, retirada de algún modo con ellos en la playa. Por una cuestión de salud personal (no grave), he de descansar, bajar el ritmo y dejarme cuidar y esto, aún más, me ha traído al momento presente. Me considero una persona tranquila pero al mismo tiempo muy activa y en el último año mi vida ha estando en una energía bastante yang (con mucha montaña, bicicleta, gimnasio, actividades varias…) y empezar este año con un parón como el de este momento, dónde verdaderamente no es cuestionable ni negociable, me ha llegado a contemplar todas esas otras cosas que hay también en la vida cuando estás en presencia y vas más despacio.
Parar siempre nos permite ver más allá y apreciar lo que la velocidad quizá no nos deja ver.
Y esto, amplía la lista de cosas que pueden darnos felicidad.
Un libro que me ha venido a la mente al reflexionar sobre esto es el de Ottessa Moshfegh, Mi año de descanso y relajación en el que la narradora de la novela decide encerrarse durante un año en su piso de Nueva York, asistida por una herencia ingente y por una gran cantidad de fármacos, para dedicarse a dormir y ver películas de Whoopi Goldberg y Harrison Ford. El inicio de un siglo supuestamente trepidante encuentra a la protagonista durmiendo en el sofá con la tele encendida. No es que yo esté para nada en su mismo mood (¡nada más lejos de la realidad!) pero ver su modo de encerrarse en casa y vivir su día a día me hace reflexionar en los distintos modos que tenemos de enfrentar las cosas que en apariencia pueden ser similares (o al menos el escenario).
Hasta aquí mi reflexión de hoy.
Feliz domingo, feliz semana y gracias siempre por leer. Un abrazo,
Anna
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